Algunos betabloqueantes (carvedilol, bisoprolol, nebivolol, metoprolol) son muy beneficiosos en los pacientes con insuficiencia cardiaca.
Disminuyen la frecuencia de contracción del corazón (las pulsaciones por minuto) y el trabajo que éste necesita realizar para bombear la sangre. Es como si pusieran el corazón "al ralentí", de forma que aunque esté dañado puede realizar su trabajo durante más tiempo. Son eficaces para prevenir los episodios de angina de pecho, disminuir la tensión arterial y reducir las posibilidades de un nuevo infarto de miocardio cuando ya se ha sufrido uno. Algunos betabloqueantes ayudan a controlar las arritmias cardiacas.
Algunos betabloqueantes han demostrado mejorar los síntomas y aumentar la supervivencia de los pacientes con insuficiencia cardiaca sistólica (con disminución de la contracción del ventrículo izquierdo), por lo que todos los pacientes con insuficiencia cardiaca sistólica deben tomarlos, salvo contraindicación o intolerancia. Los betabloqueantes no sólo enlentecen la frecuencia cardiaca sino que también disminuyen la fuerza de contracción del corazón, por lo que deben iniciarse en dosis pequeñas para posteriormente incrementarse de forma progresiva a lo largo de semanas o meses, según la indicación del médico. Habitualmente se empieza por la dosis más baja de un determinado betabloqueante, y cada 2-3 semanas se duplica la dosis del fármaco hasta alcanzar la dosis máxima recomendada o la dosis máxima que tolere el paciente. En ocasiones, al iniciar el tratamiento o incrementar la dosis pueden producir un aumento de la dificultad para respirar o una mayor sensación de cansancio. Si es leve, no hay que darle más importancia y probablemente estos síntomas desaparecerán en unos pocos días; en cambio, si el empeoramiento de los síntomas es llamativo se debe volver a la dosis previa y ponerlo en conocimiento del médico.
El objetivo al administrar un betabloqueante a un paciente es que su frecuencia cardiaca disminuya hasta 50-60 latidos por minuto. Si con la toma de betabloqueantes la frecuencia cardiaca en reposo durante el día es menor a 50 latidos por minuto, debe ponerlo en conocimiento del médico, pues probablemente sea necesario disminuir la dosis del betabloqueante.
Es muy importante que todos los días el paciente se tome la frecuencia cardiaca (los latidos por minuto) y la anote en la hoja de control. Si tiene un aparato automático de tensión arterial, este le marcará en la pantalla la frecuencia cardiaca cada vez que se tome la tensión. Si no, el mismo paciente puede palpar la arteria que pasa por la muñeca (en el lado del dedo pulgar) o por el cuello (arteria carótida) y contar las pulsaciones que presenta en 1 minuto.
Hay que tener en cuenta que durante la noche en todas las personas disminuye la frecuencia cardiaca. Al estar descansando nuestro cuerpo tiene menos necesidades de oxígeno y nutrientes. Por ello, el corazón puede también descansar y latir más despacio, por lo que es frecuente encontrar durante la noche una frecuencia cardiaca en torno a 35-40 latidos por minuto.
El consumo de betabloqueantes debe ser evitado por las personas con asma o bloqueos cardiacos graves. Sus efectos secundarios más importantes son debilidad, cansancio, bradicardia (enlentecimiento excesivo de la frecuencia de contracción del corazón), alteraciones del ritmo cardiaco y broncoespasmo. Pueden producir también alteraciones del sueño y disfunción eréctil (impotencia sexual).
En algunas enfermedades el paciente no debe interrumpir la toma de betabloqueantes (carvedilol, bisoprolol, nebivolol, metoprolol u otros) de forma brusca, pues esto puede agravar los síntomas (por ejemplo, aumentar la frecuencia y la intensidad de los episodios de angina).