La exploración física y la historia clínica son fundamentales para el diagnóstico de la insuficiencia cardiaca.
Para el diagnóstico de insuficiencia cardiaca es imprescindible que el paciente presente los síntomas propios de la enfermedad. Estos son fundamentalmente la dificultad para respirar (disnea) que se suele hacer más aparente cuando el paciente hace algún esfuerzo, y el acúmulo de líquido en el cuerpo, especialmente visible en las piernas debido a que son la parte más baja de nuestro cuerpo y es allí donde se acumula el líquido por el efecto de la gravedad (edemas).
En cada visita el médico le preguntará sin nota disnea cuando realiza esfuerzos de diverso grado de dificultad, como andar en llano, subir una cuesta, cuántos pisos de escaleras puede subir sin detenerse, etc. Así el médico puede hacerse una idea de la cantidad de líquido que tiene el paciente acumulado en sus pulmones, y de si es necesario algún cambio en la medicación.
No siempre tienen que estar presentes todos los síntomas a la vez. Los pacientes con insuficiencia cardiaca izquierda habitualmente tienen disnea, pero no necesariamente edemas en las piernas. Igualmente, pueden existir edemas muy importantes en los pies, piernas y muslos pero el paciente casi no notar disnea.
En la insuficiencia cardiaca los síntomas van cambiando a lo largo del tiempo. A veces el paciente se encontrará mejor, y será capaz de hacer esfuerzos físicos más importantes sin notar tanta disnea. Pero en otras ocasiones puede notar un empeoramiento de los síntomas de forma progresiva, a lo largo de días o semanas. Si el empeoramiento no desaparece por sí solo en poco tiempo sino que cada vez va a más, es un signo de alerta de que se va a producir un episodio de descompensación (empeoramiento grave) de la enfermedad. Debe acudir a su médico sin demora, pues aumentando la medicación es posible que el paciente mejore y se pueda evitar que tenga finalmente que ser ingresado en el hospital.
En la exploración física el médico revisa distintas partes del cuerpo del paciente para ver el estado de la enfermedad. Le puede mirar el cuello, con el fin de ver si las venas del cuello (vena yugular) están hinchadas de líquido. También puede palpar en el cuello el latido de la arteria carótida, que lleva la sangre arterial a la cabeza, e incluso puede auscultarla con el fonendoscopio para ver si tiene algún soplo (lo cual puede indicar que está obstruida). La auscultación del corazón permite saber si las válvulas funcionan correctamente. El fonendoscopio permite oír en los pulmones el acúmulo de líquido, así como detectar si además el paciente tiene algún tipo de enfermedad pulmonar. En el abdomen se palpa el hígado, justo debajo de las costillas del lado derecho; si hay un acúmulo de líquido en el hígado este se hincha como una esponja (a esto se le denomina “hepatomegalia”, hígado grande) y en ocasiones duele al presionarlo. En las piernas es importante comprobar si hay acúmulo de líquido (edemas), y es ese caso si ha variado su cantidad desde la última visita. Finalmente, es importante tomar el pulso del paciente (habitualmente se hace en la muñeca, por donde pasa la arteria radial; o también en el cuello, donde como hemos dicho se palpa la arteria carótida).
Cuando el corazón está muy débil llega poca cantidad de sangre a todos los órganos de nuestro cuerpo. La piel puede tener un color pálido y estar más fría de lo normal. Cuando estos síntomas son muy marcados pueden indicarle al médico que el corazón no puede realizar su función como bomba impulsora de la sangre durante mucho más tiempo, y habitualmente habrá que ingresar al paciente para administrarle medicación intravenosa.
La exploración física y la historia clínica ayudan al médico a saber la cantidad de líquido que se ha acumulado en el cuerpo del paciente con insuficiencia cardiaca. Esto le permite modificar el tipo de medicación o las dosis de los fármacos si es necesario.